Es andar sin andar, estar sin estar. Es la nostalgia y el vacío por todas las querencias que se han ido sin querer. Porque los obligaron, los empujaron, los echaron. Nos echaron. Estamos exiliados en nuestra tierra. Una tierra muy nuestra que se siente muy extraña. Vivir con miedo es horrible... y duele.
Nada se enciende, pero nada se apaga... Es primavera todavía en tu cielo, aunque digan que no existe. Y pasará Con el tiempo reiremos, le contaremos con nostalgia a nuestros nietos, que alguna vez pisamos un suelo muy nuestro que se sentía muy extraño. Que alguna vez peleamos sin resultado, y muchas otras ganamos batallas a nuestra mente, y que esas fueron las más rudas. Que valió la pena. Si aún dudas, siempre se puede optar por poner la mano en el pecho... y sentir.
Aun no se qué debería decir Quizás todo sea un mal sueño.
¿Cómo se atan tantos cabos sueltos? No sé Pero mis heridas se cosen solas con el tiempo con los recuerdos con amores frustrados. Fueron tantas las maneras de no estar que, cuando te fuiste, sentí alivio Y dolor Y ahora Sólo siento miedo de no volverte a encontrar. Estoy continuando con mi vida Sonrío Beso Lloro Hago el amor Me encierro en otros labios En otras camas... Y ya no eres tú Ya no soy yo Pero continuamos siendo nosotros Por siempre, y al pie de la letra.
El amor de la vida de mi abuela fue Pedro Carranza, mi abuelo, quien murió de cáncer a la edad de 54 años, hace mucho tiempo. Yo no lo conocí, pero mi abuela se encargó toda su vida de crear una imagen casi viva sobre él. Ella podía hablar todo el día sobre mi abuelo, y repetía las mismas historias una y otra vez. Yo, las escuchaba cada vez con más atención, esperando detalles nuevos que raramente aparecían. Era como un monólogo aprendido. Un monólogo que extraño escuchar. Recuerdo la historia de cuando mi abuelo la persiguió por toda la ciudad en transporte público y ella lo acusó con un policía de punto. En la década de los 20 existían policías que vigilaban en cada esquina de las ciudades, al menos en las esquinas más transcurridas, se les conocía como policías de punto. Él se quedó conversando con el policía mientras ella se alejaba caminando por Miraflores, en una Caracas que no tiene de igual ni las sombras.
Policía de punto Fuente: pedrorreyes.blogspot.com
Tampoco olvidaré cómo hablaba de sus detalles, de los ramos de flores y las cenas en restaurantes lujosos de Puerto Ordaz, de los largos viajes por tierra recorriendo Venezuela, de cuando intentó enseñarla a manejar y ella chocó el auto nuevo. De su perfecto inglés y su dominio de francés, su amor y dedicación con los animales, de sus ojos verdes y su postura elegante. Con cada historia me imaginaba perfectas escenas al estilo Casablanca, deamores eternos y pasionales. De los que muy poco se ven ahora. - La vida es dura porque no te permite estar con quien quieres estar. Tampoco olvidaré cuando lo olvidó. Desde que enfermó no habló más sobre él. Simplemente es como si se hubiese borrado de su memoria el hombre de su vida, al que cuidó y amó hasta el último respiro. Quizás era como que sabía que iba a verlo pronto, que ya había hablado suficiente sobre él, que iba a darle espacio a otras historias. Fueron cuatro meses sin escuchar el nombre de mi abuelo salir de sus labios, rondar por la casa con su carácter desgarrador.
Ahora sólo hablaba de sus padres, Leonardo Cabrera y Juana Manzo. Los tiempos de mi abuela eran un reloj estropeado, iban de atrás hacia adelante y vuelta atrás sin control, por lo que mientras estuvo enferma siempre creyó que sus padres estaban vivos, esperándola en la casa donde se crió en San Pedro de los Altos. Incluso meses antes de enfermarse afirmó un par de veces haber visto a su madre rondar por la casa. Quizás no estaba tan mal de la cabeza y era cierto, su madre había venido a buscarla. Continuará...
Nací en el 93 en Venezuela. De familia extranjera que huyó tras los estragos que dejó la guerra. A mis nueve años la danza me escogió y desde entonces somos una sola. Soy periodista audiovisual y escribo porque lo que no pongo en palabras sobre el papel, lo borra el tiempo.